Julia López, alumna de cfgm farmacia y parafarmacia, en Malta
Todo comenzó en el momento que nos dieron la charla informativa sobre la posibilidad de hacer un Erasmus. Yo desde ese momento sabía que quería irme, que debía hacerlo. Primero fue el proceso de selección, luego la espera en Navidad, ansiosa de la vuelta de las vacaciones para saber si era yo una de las seleccionadas para irnos. Efectivamente así fue. Todo en mi vida cambio y empezó la cuenta atrás para el día de marcharnos.
En un abrir y cerrar de ojos íbamos subidos en el avión. A la aventura. Y nunca mejor dicho porque en mi caso, ir sin saber dónde iba a alojarme, era una locura. Al llegar, nada fue como lo esperaba. Pero ahí estaba la prueba de quién sabe buscarse la vida en otro país y sin hablar el idioma. Todo resultó bastante sencillo. Busqué un alojamiento muy cercano a mi empresa, nuevo y con todo lo necesario para vivir un gran Erasmus.
Luego llegó el momento de comenzar a trabajar, y a pesar de que la mayoría del tiempo ha sido en la empresa, mi tutora de prácticas y el resto de trabajadores me acogieron como una más. Han sido como mi familia allí, por lo que estoy agradecida con ellos.
En cuanto a adaptación, todo fue fácil, y un poco lo que ya llevo años viviendo, por lo que las tareas de casa, trabajar, administrar el dinero, etc. No fue nada nuevo, y no he echado de menos nada ni nadie excepto bailar (y estar delgada). El idioma un poco regular, porque siempre hablaba en español, y el inglés solo lo hablaba en momentos puntuales en la farmacia (porque allí hablaban maltes siempre).
En el piso que encontré, vivía una chica española también, y juntas, nos hicimos amigos de un grupo de Erasmus de otras ciudades españolas diferentes, y nos dedicamos los fines de semana a hacer turismo y actividades. Ha sido muy divertido y hemos conocido un país diferente, con su parte bonita y su parte mala. Pero lo más importante, sobre todo, es que nuestro círculo era pequeño pero muy unido, de modo que la compañía era lo que le daba sentido a las cosas. Hemos aprovechado mucho el tiempo, y nos hemos recorrido cada rincón de la isla, tanto a pie, el coche, autobús, e incluso nadando o volando un dron.
A nivel profesional me ha enriquecido mucho esta experiencia, ya que es mi primera experiencia en este sector. A nivel personal no tanto, pero conocer personas nuevas y otro país ha merecido la pena. Y sobre todo, para desconectar de tu vida, porque en los tres meses que estas allí, comienzas una nueva vida el día que llegas y acaba el día que te vas. Y el día de irte llega antes de lo que imaginas, y no quieres que llegue. Lo que se vive allí, solo se vive. No se puede explicar.
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